miércoles, 20 de enero de 2010

Morir en tu cuerpo,
en ese tesoro sin dueño,
que me emborracha y que me seduce.
Morir en el delirio de esos ojos tristes,
en el delirio de esa luz infinita
que me encandila;
que flotando entre sueños
me arrastra hasta tu río,
una visita hasta la vida misma.
Llorar y dormir bajo esa misma luna,
trepar hasta tu inmenso cielo;
hasta la esencia de lo más puro,
lo más hermoso.

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